REY: Délfica gloria, refulgente Apolo, del cielo cuarto ilustrador eterno, a quien los hados concedieron solo de la luz la tiara y el gobierno; que desde Arturo al contrapuesto polo, y desde el alto impíreo al hondo infierno con tus piramidales rayos miras, mientras el carro de diamante giras; pues Júpiter ordena soberano que yo en la edad de joven floreciente el cetro mueva en la inexperta mano que dilata su imperio en el oriente; tu vaticinio, que jamás es vano, ciego me alumbre y tímido me aliente. El orden de reinar en paz me explique, y en mí y en mi corona pronostique.
VOZ: Pide a Licurgo el árbol venturoso. Dentro
Cubren el altar y tocan chírimías
SEVERO: Aquí cesó el oráculo febeo
REY: Su respuesta me deja más dudoso. Su fin no entiendo, y sus palabras creo.
SEVERO: Interpretarlo, pues, será forzoso, para cumplir, señor, vuestro deseo.
REY: Diga Palante qué misterio esconde, según su voto, lo que el dios responde.
PALANTE: Yo entiendo, gran señor, que Apolo ordena que de Licurgo el espartano imites