Para que cualquier nación/estado/sociedad/comunidad conserve la plena soberanía de su independencia en el manejo de sus asuntos, el control absoluto sobre los medios que emplea para intercambiar bienes y servicios debe residir en los órganos que representan al pueblo, y nunca debe delegarse en individuos o grupos de interés privados.
A lo largo de la historia, los períodos en los que el Estado ha ejercido el control sobre la emisión de dinero siempre han sido sinónimo de una era de prosperidad, paz, enriquecimiento cultural, pleno empleo e inflación cero. Sin embargo, cuando los banqueros privados usurpan el control de la creación de dinero, los resultados inevitables son ciclos recurrentes de pobreza y prosperidad, desempleo, inflación galopante y un gigantesco y creciente proceso de transferencia de riqueza y poder político a las manos de la pequeña camarilla que controla este sistema monetario explotador.
En el pasado, cuando estos banqueros centrales se han enfrentado a la oposición de las naciones que buscan la restauración de un sistema monetario honesto, estos banqueros parasitarios han provocado invariablemente una guerra "patriótica" para derrotar a su tan denostado "enemigo". Este ha sido el hilo conductor de todas las guerras desde hace al menos 300 años.